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La Gran Mano Escribiente

La libertad es algo muy inferior.
Todos conocemos lo que por momentos consideramos nuestros pecados.
Ahora si alguien comienza a existir reconociéndose como algo maldito, ¿por qué Dios lo condena si su sabiduría le permite perdonar?
Nadie es sin que Dios lo atestigüe.
Nadie es alguien sin que simpatice con Dios.
El código de conducta se encuentra ligado a la ley de Dios.
Fuimos como tremendos, no quisimos ser servidores.
Sentencias ambiguas y discretas de la gran mano escribiente.
Una línea de progresión en los túneles.
Ojos funestos y malditos se vislumbran tras la escritura.
Y retirándose se esconden en mantos de misterios ante la ciencia y la fe.
La Vida. La Muerte. El Cielo. El Infierno.
Hay necesidad de un juicio:
¿La constante de la vida mortal o la índole celestial en sermón de Dios?
No hay más ley que Dios.
Dios no ha perdonado al Mundo Antiguo.
Ni a los ángeles que se han rebelado.
Si no que los ha precipitado a la más negra de las tinieblas.
He aquí quienes abalan este arte a través de las fuerzas ocultas en mi carne.
La respuesta ante un deseo fervoroso.
La intervención con tan solo un pensamiento.
En mí no hay segundas intenciones, esta es una seria insinuación.
Tras una oración o un llamado, hoja en blanco y pluma en mano, y con letras de un niño, tu fe asesinará en realidad.
Ellos susurran a diestra y siniestra.
Mi nombre, Temptor, y esta fue su respuesta:
“Sassstia”…
“Sol Astral tres veces Soberano Tormentoso de Ira y Amor.
Una muda, una conversión en la forma exterior determinante de “Lucifer”.
Todo bajo el misterio terrible, bajo el Rigor de Dios…

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